Que la persona sin la que no podíamos estar y por la que no dormíamos, sin la que no concebíamos nuestra existencia, de cuyas palabras y de cuya presencia dependíamos día tras día, llegará un momento en que ni siquiera nos ocupará un pensamiento, y cuando nos lo ocupe, de tarde en tarde, será para un encogimiento de hombros, y a lo más que alcanzará ese pensamiento será preguntarse en un segundo:
¿Qué se habrá hecho de ella o el?, sin preocupación ninguna, sin curiosidad siquiera. ¿Qué nos importa hoy la suerte de nuestro primer amor.
Y aquella llamada que esperábamos anhelantemente ¿Qué nos importa, incluso, la suerte del penúltimo, si hace ya un año que no lo vemos? Entonces vamos aprendiendo que con el tiempo todo se olvida.
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